lunes, 18 de octubre de 2010

Un día de sol nublado.

Quién habría pensado que todo cambiaría así, tan de repente.

Todo ocurrió un resplandeciente y soleado día. Los canarios que tenían en el balcón del apartamento cantaban sin cesar, la casa estuvo en constante movimiento desde muy temprano.

La madre fue a trabajar, el padre también hacía lo suyo, el abuelo se alistaba, pues ese día iría a cobrar la pensión, mientras el chico se encontraba aún a las 9am durmiendo.

Esa situación era normal, el joven a pesar de estar en vacaciones, aún no había comenzado la universidad, solo contaba los días del verano para saber si había sido admitido o no.. Nada le gustaba más que esa vida de comodidades que llevaba junto a sus seres queridos, pues, él no hacía nada, y existían 3 sustentos económicos en el hogar, ¡Felicidad total!

El abuelo, un señor de 96 años de edad, con energías de un carajo de 17 (edad del muchacho), se dispone a despertar a su nieto, pues ese día irían a cobrar, ¿Qué mejor motivación que esa? …

Antes de que el señor, muy agradable a la vista, delgado, cabello blanco, calvo en el centro y con una reluciente sonrisa llegara a la habitación, el joven ya había despertado e incluso, ya se había vestido; Claro, su abuelo había despertado desde las cinco de la mañana como acostumbraba y sus pasos rechinaban por todo el lugar desde muy temprano.

Por lo general la madre llegaba apurada de la clínica, si, es doctora. Pero esta vez no fue así. Desayunaron los 3 juntos y partieron hacía un centro comercial en el cual “el viejo” como algunos de sus hijos, por cariño le decían, esperaba cobrar.

La mañana había pasado con total armonía, entre largas historias que generalmente cuentan las personas mayores a sus nietos y una risa y un sentido del humor que caracterizaba al señor, llegaron sin darse cuenta al sitio donde cambiaría todo.

Una vez en el centro comercial, se tardaron más en ir hasta el lugar en carro, que lo que tardaron en cobrar, pues la familia posee varios locales comerciales allí y conocen a mucha gente que labora en los bancos.

Ya con el bolsillo lleno, “el viejo” iba más contento.

Como era costumbre los 3 visitan las tiendas de sus familiares, y en la más grande de ellas, estaban reunidos un número importante de los familiares, hablaron y bromearon un rato y la madre decidió que era tiempo de irse, era tarde y tenía paciente citados.

Ella insistió en que el padre pasara el medio día con sus otros hijos allí en la tienda. A lo que el señor le responde:

- No, tranquila. Tengo cosas que hacer en la casa, mejor nos vamos – responde el señor con una forma pícara con la que solía hablar.

Se despide de sus hijos, tíos y/o hermanos, aún iban los 3.

Una vez camino al ascensor, el abuelo bromeaba con su nieto y entre chistes, risas y recuerdos se dirigieron a un lugar de futuros ácidos y amargos recuerdos.

Ya dentro del ascensor, la madre se da la vuelta para marcar el piso, simultáneamente el activo señor que no aparentaba la edad que tenía, seguía riendo. Nadie pensó que en un día tan agradable y sin pormenores como ese, pasaría lo que en más de 10 años, no había pasado en esa familia.

En el lugar se siente una especie de paro, un sobresalto, la madre un segundo después de marcar, voltea y lo observa, el joven, recostado de un lado del ascensor. Había caído.

Se encontraba contra la pared, pálido, con los ojos paralizados, casi sin fuerzas, y aun conservando una especie de sonrisa que segundos antes había tenido, ya a punto de caerse.

Claro, se encontraba sosteniendo al abuelo que inesperadamente luego de un pequeño salto, perdía el sentido y caía en sus brazos.

Todo se tornó en cámara lenta, el llanto y los gritos de la madre, la desesperación que ocasionaba que el ascensor había cerrado de nuevo sus puertas, el joven aún en shock tratando de sostener a su abuelo.

Las puertas se abren, se oyen gritos de auxilio, reciben ayuda de los vigilantes, la madre se dispone a dar primeros auxilios, “el viejo” aún en los brazos de aquel chico, que sentía como parte de su vida se escapaba de sus manos sin mucho que él pudiera hacer.

La madre que luchaba por recuperar esa vida, mientras de sus ojos lagrimas salían. Un momento que marcó un antes y un después, la alegría y la esperanza de la familia se empañaba, así como de repente el cielo se nublaba mientras la neblina bajaba.

Había comenzado una gran tormenta en carrizal.

Llegaron a la clínica en cuestiones de segundos, comiéndose vías, y casi dejando en un par de ocasiones, el parachoques en el suelo. Un primo manejaba, la madre y el joven atrás, con su viejo entre las piernas, tocándolo, sosteniendo su lengua, aplicando reanimación cardiopulmonar, en desesperación total.

En emergencias la situación fue alentadora. La familia entera esperaba afuera, entre llantos, conversaciones desesperadas y queriendo cada uno de ellos, que todo aquello fuese un sueño.

La espera había terminado, el momento que tanto temían había llegado. Una enfermera dio la noticia, hasta ese entonces aquella familia simbólicamente perdía la vida.




Bastardo. R. Gustavo J.


En memoria a uno de los seres más importantes en mi vida y a quién le dedico todos mis logros.

martes, 12 de octubre de 2010

"La otra versión de la historia"

Había pasado una mañana muy de pinga, defino “De pinga”, una mañana en la que por primera vez en mucho tiempo, lo que comúnmente tomo, no me moja, y es extraño, porque cuando quiero beber algo, ni de casualidad cae agua del cielo; Claro, si es de esas mañanas frías, en las cuales, como de costumbre no quiero mojarme, mejor ni les cuento…

Se aproximaba la tarde, venía de una gran caminata, tratando de esquivar, y viendo pasar esas grandes cajas con ruedas, a las que llaman carros; ¡Como corren esos peroles! ¿Eh?.. Traté de seguir a uno, bueno, a unos cuantos, y ni rastros dejaron.

El caso es que estaba exhausto, y con mucha hambre… Mi lengua salivaba como la de aquellos buenos señores que cargan todo el tiempo, un saco de latas encima, y que de vez en cuando me dan algo de comer.

El sol era arrechísimo, y disculpen mi expresión, sólo que no tengo a nadie que me eduque, y si, sé que es malo, porque he visto como unas personas le dan a las crías por el hocico, por decir palabras así.

Decidí sentarme frente a una farmacia, bajo sombra.

Entraba y salía gente, los escuchaba quejarse de los precios, de la falta de medicinas, de que robaron al frente, de que, cuidado cuando salgan, y así. Todos tenían un problema existencial. Todos me veían y me esquivaban, uno que otro estaba a punto de tropezarme, pero se daba cuenta a tiempo… Lo hacía.

En eso entran 2 jóvenes, tardan como 5 minutos allí dentro, si, no creerían todo el tiempo libre que tengo. Y más cuando tengo que ocupar mi mente en cualquier cosa para no escuchar el sonar de mis tripas. Allí seguía sentado yo, frente a la puerta de la farmacia.

Era un chico y una chica, la chica estaba de negro y se reía mucho, pareciera como si no supieran a donde tenían que ir; El chico estaba de azul, había comprado un agua extraña, de color morado y con burbujas... Las personas y sus vainas, pensé yo.

De pronto, la chica abre la puerta, pasa, me ve y se hace a un lado, el chico iba caminando sin ver hacia delante, tratando de abrir una bolsa con las patas, (Que ignorante por cierto, ¿Para qué tiene los dientes?, ¿de adorno?, pero bueno, logró abrir la bolsa.

Ya cuando está casi al lado mío, comienza a abrir el pote de agua morada, y si, de nuevo con las patas. El, medio gira, y me brinca encima, o por lo menos, eso pensé yo que haría,
Y no lo voy a negar, pegué un brinco yo también.

En cuestiones de segundos nos quedamos mirando fijamente, el uno al otro. Había tensión entre ambos...

El, estaba algo asustado, pero no más que yo, créanme.

Yo pensé… Bueno, quiso asustarme, pero aún lo seguía viendo… Tenía que asegurarme de que no fuera a lanzárseme encima, morderme o patearme.

En ese momento, hace un movimiento, yo hago otro, involuntariamente y vuelve a brincar;
Mi cara, no fue nada normal, yo brinco, y la chica que estaba con él, nos ve, y también brinca.
Fue un momento más atemorizante que cuando tengo que tomar prestado de algunos negocios comida y salir corriendo.

Si ustedes me dicen, no, es que tú lo fuiste a morder primero, o al menos le hablaste, ok.

¡Que se asuste y corra!

Pero no, yo estaba de lo más relajado en el caliente piso, y el de repente brinca…

Y bueno, no suena muy macho decirlo, pero me asuste, y mucho.

Al final, decidí pararme de golpe e irme de allí… Ellos pensaron que los mordería, pero, ¿Cómo?.. Si por poco salía de mí, lo que ellos “finamente” expulsan en los vasos de agua de algunos colegas, obviamente, volvieron a brincar.

Seguí caminando, volteando hacia atrás porcia acaso, uno nunca sabe… Y por cierto, aún con hambre. Ellos iban caminando, hablando, aún exaltados por lo que pasó, y riéndose que es lo peor…

- ¡Uh sí, que chiste! … - Pensé yo.

De paso escuchaba que el chico decía que fui yo quién lo asustó. Si ni siquiera me moví de allí.
Bueno...

Sólo digo que, “locos”, como dicen ellos, no son los que comen mierda…

Nada más miren a ese par.

Comenten que tal les pareció. Y si entendieron. "A veces pensamos ser las victimas, cuando realmente somos los victimarios"
Bastardo. R. Gustavo J.