lunes, 29 de noviembre de 2010

Una celebración egoísta.

Los ánimos en todo el mundo estaban desbordados. La euforia que generó el clásico partido de Fútbol, reunió durante poco más de 90 minutos a millones de personas. Todos hablaban de eso, todos twiteaban al respecto, “Hala Madrid” “Visca Barca”… etc

Por unos minutos olvidé mis problemas, y los de los míos. Varías botellas de tequila fueron abiertas ese día en mi casa. Mis amigos y yo no hacíamos más que dejar fluir aquella emoción que producía dicho evento; gritando, saltando, insultando y una que otra vez corriendo al patio trasero para celebrar bajo la lluvia.

Iba ganando el Barca, y sus fanáticos no hacían más que alardear y burlarse de las caídas y de la actitud de Cristiano Ronaldo. Por cierto, yo, no estaba nada contento.

Pero en general, todo era perfecto. En ese momento no existían novias, madres, trabajos, obligaciones, nada.

En un populoso sector del Edo. Miranda los ánimos eran distintos. Aunque el clima era el mismo. (Intensas lluvias, la emoción interna de los más jóvenes por el gran partido y “la caña”, que nunca puede faltar en una celebración), éstos parecían estar preocupados por otra cosa.

Mientras escuchaban el partido por la radio, secaban y desconectaban el plasma.

La madre de los 3 jóvenes, que allí vivían, se encontraba desesperadamente sacando el agua, que rápidamente comenzaba a infiltrarse en su pequeña casa.

Los pocos gritos de “¡Gol!” que se escuchaban en la zona, eran opacados por innumerables gritos de auxilio, o para hacerlo menos dramático, por los impactantes truenos que allí caían.

- ¡Mamá, mamá! – gritó el más joven de los hijos, que se encontraba aun secando las cosas de su cuarto.

La madre, desesperada, corrió a ver qué pasaba. Al llegar a la habitación simplemente agarró al niño por un brazo, avisó a los otros dos, y entre gritos y carreras, lograron salir ilesos de la casa; Corrieron montaña abajo.

Mientras, se podía escuchar el eco del quinto y último gol, que lastimosamente para mí, había anotado el equipo de Messi.

Mis amigos no hacían más que hacerme comentarios pesados con respecto al Madrid. En ocasiones, solo sonreía, en otras fingía estar hablando por teléfono. Hasta que sonó. Justamente en el momento en el que yo fingía, el perol, sonó.

Era un amigo, me estaba llamando pidiéndome que por favor, lo dejara quedase en mi casa, pues la suya había sido aplastada por grandes rocas que se desprendieron del cerro, o utilizando un mejor término, de la montaña en la cual vive.

Obviamente no me pude rehusar. Amablemente, y sin consultar con mis padres, lo invité a él y a su familia, a pasar unos días en mi casa.

Ahora, estoy aquí, en la computadora, tratando de no sonar mucho las teclas para que ninguno de ellos se despierte. Ignorando a las personas del twitter y Messenger, y tratando de eliminar aquellos pensamientos malintencionados acerca del profesor, que constantemente invaden mi mente.

martes, 23 de noviembre de 2010

Lo que nunca se dijo

Escena 1.

La habitación estaba repleta de hojas, rotas; Fotografías, quemadas, peluches, sin relleno. Apostada sobre la cama se encontraba una chica, joven, de cabello rizado y ojos claros. De sus delicadas manos, gotas de sangre fluían. Mientras lloraba, maldecía una y otra vez a ese hombre. Trataba de reflexionar acerca de lo que había pasado. Trataba de pensar que sería de su vida.

- Fui la víctima y ahora seré la victimaria – Se dijo a sí misma mientras sus manos limpiaba.

Su golpeado y ensangrentado rostro, reflejaba la decepción tan grande que había tenido. No podía creer que aquel hombre a quién tanto amaba y admiraba, pudo ser capaz de haber hecho lo que hizo.

Comenzó a caminar lentamente hacia la puerta de la habitación. Como pudo se agachó, y lo agarró. Aquel objeto. Objeto con el que más de una vez había sido punzada. Objeto con el que fue descuartizada su pequeña hermana de 4 años, que padecía de síndrome de down.

Su mirada era fija. Sus gestos se habían desvanecidos. Con el filoso cuchillo aún en mano, trataba de encontrar los restos para rearmar a su ya fallecida hermanita.

Escena 2.

Cuerpos policiales irrumpen en la casa. Alrededor de ella, vecinos alarmados por los gritos, estaban aglomerados. Comenzaban a circular rumores acerca de lo ocurrido. “Parece ser que uno de los novios llegó tomado, y la golpeó brutalmente” – Dijo una vecina.

Al mismo tiempo, los policías revisaban la casa. Cuarto por cuarto. Mientras subían las escaleras que daban hacia a las habitaciones, podían ver huellas y rastros de sangre en la pared. Al llegar arriba, quedan impresionados por lo que ven. Uno de ellos, simplemente se va en vómito y decide bajar.

Sin saber qué hacer, le piden a la joven que baje el cuchillo con un tono de voz muy suave y tímida. Ella, aún con una mirada fría y seria, los mira por unos segundos, colocando el desgraciado objeto, en el suelo. Indignados, se acercan a ella. El miedo ante la forma en la que podía reaccionar la joven, los hace mantener distancia. Se acercaban con calma, mientras decían que todo estaría bien, que ya “había pasado”.

Los policías le piden que los acompañe a la delegación. La joven, sin emitir sonido alguno, se levanta lentamente y sigue a los policías que la introducen en una de las patrullas.

De inmediato, un equipo forense, sube a la “carnicería humana”, (nombre que le dieron a la habitación, los medios de comunicación que cubrían la noticia) para analizar y encontrar pistas que ayudaran a descifrar el caso.

Escena 3.

Una vez en la comisaria, la joven fue sometida a un intenso y extenso interrogatorio.

Las evidencias hablaban por sí mismas, argumentó el departamento de policía. “La joven, en un momento de depresión, arremetió contra su familia (Padre y hermana) sin justificación alguna. Fue encontrada con cuchillo en mano, cortando aun, lo que quedaba de su pequeña hermana. Minutos antes, había acabado con la vida de su progenitor, luego de un intenso forcejeo”

Fue declarada culpable, sin siquiera dar declaración al respecto.

Tres días después, su cuerpo era levantado por ahorcamiento. En su celda había dejado una carta.

En ella, por primera vez, se refería a lo sucedido. El contenido real de esa carta nunca fue revelado. El policía que hizo el hallazgo, la guardó. Se rumora que la joven había intentado salvar su vida y la de su hermana, de su padre, quien había intentado violarlas. Y al no poder hacerlo, éste no vio otra opción, más que matar a la niña, e intentar lo mismo con la muchacha.

- Muchas gracias joven, por su declaración. ¿Su nombre es?

- ¡¿ Tú eres loca?! , si llego a decir mi nombre, más nunca saldría de aquí.

Espero sus comentarios y sugerencias.

Bastardo R. Gustavo J.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La última pasión.

“Sarna con pulga no pica” ¿No? Al menos debería tomarlo así. Me dije mientras esperaba.

La sala de espera de colores opacos y poca luz estaba tan fría, que apenas podía moverme. El Corazón se me aceleraba y paralizaba al mismo tiempo; Hasta el mosquito que zumbaba en mi oído, lo hacía en cámara lenta.

- ¿Por qué tenemos que ser tan impulsivos? Tan niños. – Dije mientras golpeaba la pared.

Segundos más tarde se abrió una puerta. Era el doctor, que con lentos pasos se dirigía hacia mí.

Inmediatamente recuerdos invadían mi mente. Aquella noche, el frío del asiento del vagón, el presentimiento de que algo pasaría. La chica que se encontraba justo al frente de mí, la forma en la que me veía, como suspiraba, y por último como mordía sus rojos y carnosos labios.

En ese momento comencé a sudar a pesar del frío. Mi pantalón se había humedecido. Era la primera vez que había sentido tanto morbo por alguien.

El metro había llegado a su destino. Había que hacer transferencia para un último viaje de 20 minutos.

Aquellos 20 malditos minutos que cambiaron mi vida.

Al bajarnos, la seguí. No hacía más que perder mi mirada en su minúsculo short. Jugaba conmigo. Entraba por una puerta y salía por otra; No estaba huyendo. Era una especie de juego, “presa y cazador”.

Suena el silbato. Las puertas habían cerrado. El vagón se encontraba completamente solo. El arranque nos acercó y tropezó. Nos miramos sin emitir sonido alguno. Nos acercamos y después de allí, simplemente pasó.

El frío del aire era compensado con lo cálido de sus besos. El miedo de ser descubiertos en pleno acto hacía más apasionante cada movimiento. Sus grandes pechos reposaban en mi rostro.

Fue un momento que me dejó marcado sin duda alguna. Una gran noche en un tan odiado y despreciado lugar.

Sin darnos cuenta habíamos llegado. Como pudimos nos vestimos.

Salimos de allí, sin cruzar una palabra. Solo nos veíamos y sonreíamos. Al salir de la estación se despide de mí con un corto beso. Agarra mi mano, dejando una nota.

Aquella nota que simplemente decía: “Gracias por dejarme compartir esto contigo, y siento mucho haberte acortado la vida. ¡Besos! ”.

Mientras caminaba a mi casa millones de pensamientos invadían mi mente, tratando de descifrar el significado de aquellas palabras. Palabras que me llevaron a ese lugar, la clínica.

El doctor con lentos pasos se acercaba hacia mí. Una vez al frente, sin decirme una palabra, había comprendido todo, el resultado había sido positivo. Estaba contagiado de VIH – SIDA.

Vida por vida.

Las cartas estaban echadas…

Fue un cambio brusco de temperatura. Los ojos de aquel hombre lucían como las perlas que en lugar había encontrado. Me sentí un mal nacido al hacer lo que hice: “Tal vez no debí haberlo hecho”. Esa era la primera vez que alguien había sido tan generoso conmigo; nunca nadie me había salvado.

Al dejarlo caer, pensé en lanzarme. Un ligero recuerdo golpeó mi mente, al mismo tiempo que una ola desestabilizaba el “refinado” barco en el que me encontraba. Casi apuntaba mal.

En segundos recordé su expresión. Sentí la angustia que debío padecer.

- Jamás, había hecho algo tan inhumano –Me dije, mientras trataba de acabar con sta culpa, mientras mis manos ardían.

El joven gritaba. Simulé no escucharlo.

Suplicaba que lo dejara vivir, o al menos que le diera fin a su vida de otro modo.

La avaricia invadió mi mente, como siempre: “Pero esta vez me excedí”.

La desdichada historia que me contó. Su carajito con cáncer, su mujer casi loca, y a pesar de tener todo el dinero del mundo no podía hacer nada por ellos… ¡Basura!

Mentira, o no… Ahora me afecta…

Ver cómo poco a poco se hundía. Como aquel gigantesco y helado moúnstro absorvía su alma, mientras el desespero lo consumía y a su vez trataba de mantenerse en la superficie.

La falta de respiración, el tratar de tomar un sorbo de aire, quizás sin poder moverse. Sintiendo como te hundes poco a poco, sintiendo como tus energías se agotan… ¡Soy un miserable!

Quería terminar lo que había comenzado y acabar con esta culpa. No había otra salida, debía hacerlo. Con el arpón en mis manos lo hice.

Como pude aguant; la polea giraba. Todo sea por acabar con esta sensación que por primera vez sentía.

Al caer la noche, ambulancias rodeaban el muelle.

Por lo que pude ver, levantaban al pobre hombre que apenas podía moverse, trozoa de hielo se tornaban rojos.

“Era mi fin, pues la justicia llegaría por mi”

- ¡ Se lanzó el hombre que me rescató! –gritó el joven muchacho.

En el pueblo nadie entendía nada. Hasta que la encontramos. Una carta que había escrito el arrepentido hombre, quizás antes de llegar al muelle y tomar su decisión.

- Gracias señor, por su entrevista.

Bastardo R. Gustavo J.

Espero sus comentarios y sugerencias.