miércoles, 10 de noviembre de 2010

La última pasión.

“Sarna con pulga no pica” ¿No? Al menos debería tomarlo así. Me dije mientras esperaba.

La sala de espera de colores opacos y poca luz estaba tan fría, que apenas podía moverme. El Corazón se me aceleraba y paralizaba al mismo tiempo; Hasta el mosquito que zumbaba en mi oído, lo hacía en cámara lenta.

- ¿Por qué tenemos que ser tan impulsivos? Tan niños. – Dije mientras golpeaba la pared.

Segundos más tarde se abrió una puerta. Era el doctor, que con lentos pasos se dirigía hacia mí.

Inmediatamente recuerdos invadían mi mente. Aquella noche, el frío del asiento del vagón, el presentimiento de que algo pasaría. La chica que se encontraba justo al frente de mí, la forma en la que me veía, como suspiraba, y por último como mordía sus rojos y carnosos labios.

En ese momento comencé a sudar a pesar del frío. Mi pantalón se había humedecido. Era la primera vez que había sentido tanto morbo por alguien.

El metro había llegado a su destino. Había que hacer transferencia para un último viaje de 20 minutos.

Aquellos 20 malditos minutos que cambiaron mi vida.

Al bajarnos, la seguí. No hacía más que perder mi mirada en su minúsculo short. Jugaba conmigo. Entraba por una puerta y salía por otra; No estaba huyendo. Era una especie de juego, “presa y cazador”.

Suena el silbato. Las puertas habían cerrado. El vagón se encontraba completamente solo. El arranque nos acercó y tropezó. Nos miramos sin emitir sonido alguno. Nos acercamos y después de allí, simplemente pasó.

El frío del aire era compensado con lo cálido de sus besos. El miedo de ser descubiertos en pleno acto hacía más apasionante cada movimiento. Sus grandes pechos reposaban en mi rostro.

Fue un momento que me dejó marcado sin duda alguna. Una gran noche en un tan odiado y despreciado lugar.

Sin darnos cuenta habíamos llegado. Como pudimos nos vestimos.

Salimos de allí, sin cruzar una palabra. Solo nos veíamos y sonreíamos. Al salir de la estación se despide de mí con un corto beso. Agarra mi mano, dejando una nota.

Aquella nota que simplemente decía: “Gracias por dejarme compartir esto contigo, y siento mucho haberte acortado la vida. ¡Besos! ”.

Mientras caminaba a mi casa millones de pensamientos invadían mi mente, tratando de descifrar el significado de aquellas palabras. Palabras que me llevaron a ese lugar, la clínica.

El doctor con lentos pasos se acercaba hacia mí. Una vez al frente, sin decirme una palabra, había comprendido todo, el resultado había sido positivo. Estaba contagiado de VIH – SIDA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario